Factores culturales, mensajes
subliminales en publicidad, películas, comentarios de amigos o familiares y un
largo etcétera han tatuado en muchas personas…adolescentes… hombres y mujeres…niños
y niñas…tres palabras enemigas de toda hedonía sexual: MIEDO, VERGÜENZA Y CULPA.
Estos tres sentimientos nos
acompañan en nuestras vidas diarias como “el pan nuestro de cada día”
impidiéndonos en muchos casos realizar o disfrutar de todo aquello que nos
gusta y de todo lo que nos rodea.
Seguro que recuerdas la culpa que
sentiste después de haberte comido aquel sabroso pastel de chocolate, el miedo
en las tripas la primera vez que montaste en avión o la vergüenza porque aquel
chico o chica supiera que te encantaba. Es sabido que las emociones en muchas
ocasiones son aprendidas y, para según que cosas, pueden ser hasta sanas formando
parte de nuestra naturaleza habitual. Pero, que pasa cuando cocinamos un plato
con los ingredientes equivocados o en mal estado? Efectivamente lo que estás
pensando, que el plato no sabe bien o se estropea.
Pues eso mismo es lo que pasa
cuando añadimos al plato de nuestra sexualidad y nuestra erótica ingredientes
como el miedo, la vergüenza o la culpa. Vivir cualquier estado emocional con
intensidad y fuerza en contextos no adecuados puede acarrearnos consecuencias
negativas para nuestra salud física y mental como altos niveles de ansiedad,
estrés o un gran decaimiento, entre otros.
Puede alterar la percepción que
tenemos de la situación, la manera de relacionarnos con los demás, nos inhiben
o nos retraen escondiendo nuestras emociones u opiniones haciéndonos caer a
veces en la archiconocida “deseabilidad social”, nos despierta un manierismo
que nos artificializa cualquier cortejo o proceso de seducción…dejando en el
mismísimo olvido a nuestro verdadero YO, nuestra verdadera esencia. Esa que
adereza todos nuestros platos, esa que le puede dar “ese toque final”, esa que
hace que resultemos deseables por nuestra transparencia. Sentimientos fuera de
contexto asesinan cualquier forma de libertad y por tanto de felicidad, si
caemos en ello cometemos el mayor de los crímenes hacia nosotros mismos.
Expresiones del tipo “no te
toques ahí que es pecado”, “ las chicas que llevan esas faldas tan cortas y
esos escotes van buscando guerra”, “esa es una fresca cada día esta con uno”,
“fulanito no cumple porque dura muy poco”, “ no te hagas pajas o te quedaras
ciego y te saldrán granos enormes”, “mi novio no da la talla”….y un largo
elenco de ellas han elaborado el terreno sobre el que sembrar la mayor parte de
las disfunciones sexuales presentes tanto en hombres como mujeres. Expresiones
vagas sin especificar y cómo no! centradas únicamente en lo sexual han
etiquetado a hombres y mujeres, han organizado y controlado los gustos, las
preferencias y hasta los encuentros sexuales de muchas personas desde que el
tiempo es tiempo.
El miedo a no dar esa famosa
talla, a no ser un o una buena amante, al que dirán, a que me digan que “no” y
decir “no”, a explorar mi cuerpo…otros cuerpos; a preguntar, a nombrar las
cosas por su nombre, el miedo a ser señalado…miedo, miedo y más miedo. El miedo
nos hace ser cautos pero a veces tanto que ejercemos un exagerado control sobre
las situaciones, los momentos o nosotros mismos…dificultando el disfrute.
La vergüenza por no tener ese
cuerpo de portada de revista, por no lucir un “six pack” en la playa, por no
gustarme cuando me miro al espejo y no estar a gusto con mi cuerpo, porque me
vea el otro mientras me desnudo o me desnuda…estar pendiente continuamente de
ocultarte te aleja de lo que eres y de lo que deseas. Te impide sentir lo
placentero de una caricia por tu pecho por estar pendiente de que mi pecho o no
es lo suficientemente grande o no está lo suficientemente duro.
La culpa por haberme dejado
llevar por las pulsiones internas de mi cuerpo y haber caído en la tentación de
explorarme los genitales recibiendo como premio un orgasmo inesperado, porque
me gusten los chicos siendo chico o las chicas siendo chica, por ser una mujer
encerrada en un cuerpo de hombre o un hombre que se viste con piel de
mujer…este sentimiento puede llegar a ser el más incapacitante a la par que la
mejor forma de controlar a las personas y obligarlas a “cumplir” con esa moral
religio-conservadora a la que nos han venido acostumbrando, con el único fin de
tener “el rebaño controlado”.
La sexualidad debemos verla y
transmitirla como algo positivo, como algo perteneciente a las personas,
debemos evitar venderla como algo peligroso con lo que hay que tener cuidado,
pero sin dejar de lado cualquier tipo de práctica que pueda entrañar un
riesgo. Hay que eliminar de ella todos
esos mensajes que van pintados de miedo, culpa o vergüenza y enseñar a las
personas a que sepan qué hacer para evitar esas consecuencias negativas que se
puedan derivar de toda práctica mal hecha…solo entonces podrán ver y disfrutar
la sexualidad como el mejor plato que se puedan comer, dejaran de tener miedo a
aderezarlo con lo que mas les guste, no sentirán vergüenza por que su
presentación no sea la más bonita o estética y desaparecerá la culpa porque a
otros no les guste el plato…
Explorar, disfrutar y explotar la
erótica es un viaje que elegimos hacer o no. Por eso te invito a que te montes
en el barco y navegues por los mares de los besos, las miradas, los olores…las
montañas del tacto, del terreno de los cuerpos, de la piel y te eleves a los
aires de los escalofríos, del vello erizado, de las explosiones orgásmicas…que
abras la puerta al disfrute y al vivir. Deja fuera de esta fiesta al miedo, la
culpa y la vergüenza. Este viaje lo puedes hacer en solitario o acompañado, eso
lo dejo a tu elección…pero recuerda que “sólo el conocimiento nos hace libres”…
descúbrete y podrás volar un poco más alto.
DAVINIA CABELLO TENA
PSICÓLOGA Y SEXÓLOGA
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