lunes, 6 de marzo de 2017

Un espacio para el placer












En el post anterior nos dimos un paseo por la sociedad, para desnudar la paradoja temporal en la que estamos, la cual hace que vivamos la vida como si el tiempo no pasara, pero por otro lado vamos con prisa a todos lados. ¿Puede hacerse algo por salir de esa espiral?, ¿podemos usar el tiempo de una forma productiva y real?. Eso es lo que propongo en esta ocasión. 

El primer paso para darle una vuelta a ésta realidad, puede ser mirar atrás y darnos cuenta de cómo hemos llegado a estar en ésta situación, evaluando hasta qué punto nuestro día a día tiene la balanza equilibrada entre "obligaciones" y "placeres" para poder reorganizarla en base a nuestras preferencias y objetivos. Como siempre digo, es importante poner el foco sobre el propio "agobio" o "malestar",  dado que el hecho de que cause malestar, es un signo de que algo es importante y además nos da una oportunidad para hacer algo diferente y dirigirnos en la dirección de objetivos valiosos. 

Una vez puesto el foco, habría que examinar las actividades que se hacen a diario, y determinar después si se desea invertir mas o menos tiempo en ellas. La pregunta es en apariencia muy sencilla: ¿qué te sobra y qué te falta en tu día?. Para verlo más claro, puedes probar a hacer una lista con tres columnas: en la primera escribir todas las actividades que haces a lo largo de un día con el tiempo aproximado de dedicación a cada una (para ello, se pueden agrupar por categorías), y a partir de esa lista general, clasificar en otra columna las tareas "obligatorias que no se hicieron" y en otra columna las cosas que "no se hicieron y te gustaría haber hecho". Ésto será una forma de hacer visible lo que "sobra" (demasiadas actividades no prioritarias, o tiempo invertido en ellas) y lo que "falta" en tu día. Hay tantas formas de hacer ésto como te imagines, pero una muy visual es la matriz de tiempo de  Covey. Lo que resta por hacer parece intuitivo ¿verdad?. ¡Pues adelante!. Una vez te pongas a ello, puedes probar algunas pautas, o hacerte tu propio sistema...siempre de forma flexible:


  • No perder de vista lo prioritario. Puede partirse de la lista inicial anterior y puedes servirte quizás de un código de colores o letras según la urgencia (por ejemplo, cosas que deben ser terminadas en el día, cosas que no urgen, cosas simplemente te apetecen, etc.). Por supuesto, las prioridades y las direcciones pueden cambiar según la circunstancia, y en ocasiones es posible que haya que parar una tarea que parecía urgente para retomarla más adelante, no hacerla, o renunciar a algunas cosas o personas que en principio nos parecían importantes o valiosas, lo cual es algo totalmente normal, dado que muchas veces, lo que "manda son las circunstancias". Por ello, puede servirte revisar las prioridades a mitad del día, y de paso revisar el progreso y ¡felicitarse por ello!. 
  • Algunas personas piensan que la memoria es infalibre e infinita, no obstante la memoria tiene una capacidad bastante limitada, y por otro lado, dejar toda la responsabilidad a esa capacidad puede jugarnos malas pasadas, además de cargarnos de tensión y estrés en la medida en que las tareas pendientes se acumulan y ya no se sabe lo que se ha hecho o no.
  • Algo que puede ayudar a superar las tareas, sin gastar tiempo excesivo es agrupar las tareas por temas, por zonas, etc. ya que hacer las tareas "por bloque" requiere menos tiempo y esfuerzo.
  • Tan importante como seguir un orden, lo es hacer descansos proporcionales (yo lo considero prioritario), hacer cambios de actividad (por ejemplo, descansar la vista, o hacer actividades mas "automáticas" tras hacer algo que requería pensar mucho) y usar las tareas que consideras agradables como premio tras hacer algunas actividades "obligatorias". De la misma forma, es importante dejar un tiempo para imprevistos, porque... los imprevistos ocurren. 
  • Quizás aparezcan pensamientos de "no tengo tiempo para hacer esto o terminarlo", o de "tengo que hacerlo perfecto", que provocan agobio y paralizan (lo cual puede alimentar esos pensamientos de poca eficacia, al gastar tiempo). En ese caso, pregúntate... ¿realmente merece la pena gastar tanto tiempo en perfeccionar?, ¿realmente existe la perfección?, ¿es tan importante la tarea como para dedicarle siquiera un rato?. Si realmente no es tan importante, plantéate el hecho de perfeccionar la tarea, o ya simplemente llevarla a cabo (puedes ayudarte de la técnica para priorizar ya mencionada, aunque si lo practicas, finalmente terminarás automatizándolo). Cuando aparece éste tipo de patrón, es posible que algunas tareas se dejen para más adelante o no se lleven a cabo, lo cual puede aumentar el sentimiento de ineficacia y disminuir la motivación. 
  • Otro pensamiento que puede aparecer, es el de "ser responsable de la tarea" y algunas de sus derivaciones como "mejor lo hago yo que lo hago mejor", o "yo tardo menos que si lo explico". Las personas que piensas de ésta forma, pueden estar tentadas de cargarse un poco más de tareas, siendo innecesario. A pesar de que aparezcan éstos pensamientos (o cualquiera de los mencionados), puede hacerse algo diferente. Recuerda: No importa la dirección del viento, mientras que tengas el timón en la mano. 
    En ocasiones, podemos pensar que decir "no" a una tarea puede conducir al rechazo, pero lo cierto es que poner esos límites mejora la salud propia y puede mejorar la relación con las otras personas.  

  • En ocasiones, puede olvidarse una parte importante de la organización y el rendimiento que es la motivación, Para ello se puede poner el foco en "conseguir dar pequeños pasos intermedios", más que centrarse en conseguir un objetivo lejano o excesivamente optimista. Es por ello, que siempre se recomienda dividir los objetivos, y tareas en pequeñas partes "que puedan ser superables" tanto en dificultad como en tiempo (que se disponga del tiempo para hacerlo, y conocer las metas corto plazo, medio plazo, largo plazo). Cuanto mayor o más exigente sea la expectativa, más probable es que se produzca agobio por no llegar a donde se quiere (que no quiere decir que haya que tener objetivos poco optimistas, sino organizarlos para poder conseguirlos, siendo siempre realista con las posibilidades personales, de tiempo y de espacio). En otras palabras: los objetivos deben ser posibles (si es el caso, con dificultad creciente), flexibles (adaptables a las circunstancias y prioridades cambiantes) y operativos (ser claros, descriptivos, no abstractos) y siempre la dirección que perseguimos debe estar acorde con lo que queremos.

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