jueves, 29 de enero de 2015

El fracaso del perfeccionismo

El perfeccionismo. Ese ideal que tantas personas buscan pero que nunca encuentran. ¿Qué es la perfección?. ¿Para qué perseguimos ese ideal a pesar del desgaste que en ocasiones nos produce el intentarlo?. En muchas ocasiones, nos hacemos perfeccionistas “obsesivos” y, en la paradoja del perfeccionismo, obtenemos unos resultados peores de los que hubiéramos tenido sin las presiones de la exigencia. ¿Crees que estás libre de perfeccionismo?, ¿hasta dónde llega el perfeccionismo en tu vida diaria?. Descúbrelo y libérate de él.

  

No digo que no sea bueno tener una meta elevada, lo que aquí voy a intentar demostrar es que la exigencia elevada es el auténtico problema, y es una barrera en sí misma. En ocasiones, nos vamos a encontrar obstáculos para conseguir lo que queremos, o vamos a sentirnos frustrados en nuestras aspiraciones, pero en gran parte los fracasos se deben a factores externos que no podemos controlar. Podemos incluso sentirnos culpables cuando creemos que no hemos dado todo lo que podíamos, pero… ¿realmente se podía hacer más?, ¿y si no se podía para que vas a fustigarte?, y si se podía ¿realmente merece la pena lamentarse por algo que ya ha pasado, o es mejor aprender de ello?.







El perfeccionismo nos acecha en todos los ámbitos de la vida: Estar indeciso a la hora de elegir ropa o una comida, dar indicaciones excesivamente detalladas, necesitar confirmación de  que todo está bien, revisar en busca de errores, acumular cosas “por si acaso”, no empezar una tarea por miedo a no hacerla bien (te invito a echar un ojo a éste link), corregir a los demás, evitar situaciones por miedo a un “no” (no pedir aumento de sueldo, etc.).         

En ocasiones podemos incluso dejar de lado las tareas porque tenemos una alta expectativa, y puede incluso darnos miedo al pensar en lo que nos espera: miedo al éxito, miedo al compromiso, etc. Sea como fuere, el perfeccionismo puede paralizarnos por miedo al error o al fracaso. Y yo me pregunto ¿qué hay de malo en ello?. El fracaso es la mejor vía de aprendizaje, y sino piensa ¿alguna vez has tenido algún pinchazo en la bici o en el coche? ¿sabrías cambiar una rueda?. Todos los días aprendemos algo, así que una forma de luchar contra el perfeccionismo sería cambiar el punto de vista de la exigencia hacia la excelencia. ¿De que se trata? De ver las cosas como realmente son.

Me viene a la cabeza algunas casos de personas que buscan la perfección en todos los aspectos, pidiendo a los demás que cumplan sus expectativas, pensando que “o se hace bien o no se hace”, frustrándose día si día también al no ver los resultados deseados, pagando con los demás la frustración… ¿te suena?.  Pues bien, aquí es cuando quiero introducir una segunda idea y es que la frustración nos va a acompañar siempre, no es algo que podamos evitar. Es decir, no podemos controlar todo lo que ocurra, al igual que no podemos gustar a todo el mundo, ni el mundo tiene que ser cómodo o facilitarnos las cosas. El mundo y sus habitantes (realidad)  son como son, independientemente de lo que hagamos. Por tanto, aceptando ésta realidad, nos evitaremos el hecho de fustigarnos porque las cosas no son como pretendemos que sean. De hecho, hay puede verse con la siguiente fórmula matemática:

Frustración = Expectativas – realidad



O lo que es lo mismo, cuantas más diferencia haya entre tus expectativas y la realidad mayor frustración, por lo que las personas perfeccionistas serán las más frustradas, y probablemente las que a la larga más tristes estén y más sufran de depresión (lo cual hace más difícil cumplir con ninguna tarea, y frustra más). Todo tiene un continuo, no es “todo o nada”, ni siquiera el “resultado óptimo”. No hay una norma para todo, sino que depende del punto de vista de la persona. Es posible que éstas personas juzguen su valía como persona por sus éxitos y logros, por lo que cada fracaso será vivido como un latigazo a su persona y a su autoestima. La realidad, pese a quien le pese, es que todas las personas son valiosas por el hecho de serlo. No hace falta llegar a cumplir expectativas propias o ajenas para poder ver lo que valemos. ¿Vale más Bill Gates o Rajoy que tú por ser millonario o presidente?. Obviamente no. Todos tenemos partes mejores o peores, cosas que nos gustan más o menos de nosotros mismos, así como del resto. Por tanto, no parece justo valorar a alguien por un aspecto o dos ¿no?. Valoremos pues, las cosas como un todo, como un conjunto, y no dejemos que nos condicione una expectativa distorsionada. Puede que pienses “si pero…”, y pongas alguna pega, por lo que te planteo un curioso experimento: cada vez que pienses con “si pero” cambia lo que ibas a decir después del “si pero” por lo que dices antes. Por ejemplo cambiar “Si, es cierto que soy muy bueno haciendo X, pero es que no me gusta como hago Y” por “no me gusta como hay Y pero es cierto que soy bueno en X”.





¿Quiere decir eso que hay que ser pesimista? ¡No por dios!. No alimentemos la pandemia de la negatividad, que está demostrado que cuando somos negativos tendemos más a la negatividad, y eso es fatal para el sistema inmune entre otras cosas. Todos conocemos a “negativos por si acaso” que se autoboicotean las expectativas para que luego el “batacazo” no sea muy grande en caso de fracaso. Pero ¡ni tanto ni tan calvo!. Las expectativas negativas sobre lo que hacemos y sobre el mundo pueden introducirse como cotidianas hasta que podemos terminar creyéndolas y viviendo de forma negativa.  ¿Entonces que, no hay que tener expectativas?. Lógicamente, eso es imposible. Pero si podemos buscar el punto medio entre la negatividad y el optimismo, aprender a convivir con las expectativas sin dejar que nos afecten, viviendo más en el presente sin jugar a adivinar el futuro o martirizarnos por lo que hicimos en el pasado, poniendo en la balanza si realmente merece la pena el desgaste que supone el perfeccionismo. Algunos lo llaman “optimismo inteligente”. Solamente existe el presente y casi todo tiene una solución, si no la tiene ¿para qué te quejas?.  Toma alguna que otra decisión impulsiva y alocada, algo que simplemente te apetezca, suéltate la melena, se un poco impredecible, sal de tu área de confort para descubrir cosas nuevas, arriésgate para conseguir lo que quieres, piensa en presente, convive con la frustración. Si tuviera que ponerle un nombre a la pastilla contra el perfeccionismo, posiblemente sería “Vive”.

Finalmente, dejar claro que no quiero hacer un artículo perfecto, por lo que no voy a revisar si hay algún error, ni os voy a pedir que me digáis si algo está mal. Yo he escrito esto con la mejor de mis intenciones, y si consigo que alguien pueda sentirse mejor o descubra algo de si mismo/a y esto le ayude, yo me daré por satisfecho. Gracias por leerme.



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