sábado, 19 de septiembre de 2015

El camino del duelo

Todos hemos pasado alguna vez por momentos en los que algo se termina o nos separamos de algo (ya sea una etapa, una pareja, un lugar o cualquier otra cosa). Es algo que superamos a diario, aunque quizás ni nos demos cuenta, pero la vida se compone de pequeños duelos y pequeñas renuncias. De hecho, cada opción que tomamos es un pequeño duelo a lo que no hemos elegido aunque quisiéramos. Pensamos que las cosas son para siempre, y cuando nos damos cuenta de que no es así, pensamos que nunca lo superaremos.


¿Por que me pasa a mi ésto?. A veces, nos agarramos en exceso a vivencias, cosas o personas, arrastrando algo que ya no está con nosotros, incluso si era algo que no nos convenía. De hecho, nos agarramos muchas veces a lo de "mas vale lo malo conocido", idealizando de alguna forma el recuerdo de eso que ya no tenemos. (Si quieres información sobre éste enganche, puedes hacer click aquí).  Se suele decir que "no echamos algo de menos hasta que lo perdemos", y es curioso como al hacerlo, idealizamos hasta el punto de justificar cosas por las que nos hemos quejado, poner escusas o autoengañarnos. El duelo es como una herida que hay que curar, y si cuando está hecha la costra y nos pica nos rascamos, puede volver a sangrar.

A nadie le gusta sufrir, por supuesto, y una forma que tenemos de evitar "pequeño sufrimiento necesario" es intentar cambiar a una persona o una situación para evitar la pérdida o el sentimiento de abandono, dado que podemos tener la "ilusión de cambio". También hay quien sustituye lo que se ha perdido, de forma que no se deja cerrar el periodo de duelo (por ejemplo, con una pareja nueva al poco tiempo de dejarlo), o quien intenta olvidar (dándose el efecto contrario).  En definitiva, se tiende a llenar un vacío que nadie ni nada puede ni debe llenar, dado que lo ocurrido es una pieza más de la vida, y es mejor que se integre naturalmente, sin más. Otros grandes motivos para interrumpir el duelo son: el miedo a la frustración de la pérdida, a lo desconocido y los sentimientos de soledad o culpa. Por ejemplo, la propia inseguridad de "quien me va a querer ahora" hace retener  a una persona por la seguridad propia (mejor controlarlo para que no se vaya de mi vida) o a "agarrarse a lo primero que pilla". 

Las personas más apegadas a las cosas y las personas ausentes, son las que más sufren en éstos casos. Se trata de poner la energía en lo actual, comprometerse con el presente. En otras palabras "soltarse", "soltar lastre",
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"desear sin quedarse atado" o incluso ¿por qué no? "ser infiel" a lo ya no te da resultado. Todo cambio supone, como dije, un duelo necesario, y cuanto más fuerte ates la cuerda, más te costará soltarte.


¿Entonces hay posibilidad de que el duelo sea indoloro?. Si bien es verdad que el dolor (temporal) en el duelo es normal, hay personas que sufren porque "no sueltan". De hecho, seguir llorando lo que no tengo impide disfrutar lo que tengo ahora (mirar al pasado es tan inútil en la tristeza como mirar al futuro en la ansiedad o los celos). Por supuesto, no hay que perder de vista, que a nivel biológico, en éstos momentos pueden aumentar las catecolaminas y el cortisol, que debilitan el sistema inmunológico alterando entre otras cosas los ritmos biológicos, y reducir la serotonina, dificultando o aumentando el sueño.



"Si de noche lloras porque el sol no esta, las lagrimas te impedirán ver las estrellas" (Tagore)


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La herida que produce el duelo suele seguir una serie de etapas (no siempre las mismas o en éste orden, dado que varían en cada persona): Inicialmente se produce un daño, un periodo de incredulidad y confusión, al que puede seguir una reacción de negación de la realidad, anclándose en el pasado, o negando el significado de la pérdida. Dentro de la confusión puede producirse el sangrado, en una mezcla de rabia (hacia uno mismo, lo ausente, el mundo, etc.) y tristeza, que es lo que dará paso a la siguiente etapa. Una vez se entiende que la situación que ha ocurrido es real, se produce la costra, las sensaciones de tristeza y una entrega al dolor que se estaba evitando en las etapas anteriores. Puede producirse en ésta etapa idealización, pseudoalucinaciones, etc. Posteriomente, puede suceder que la persona se identifique con lo ausente, o que recuerde cosas relacionadas, o haga cosas inspiradas en lo ausente. Éste es el principio de lo nuevo, la reconstrucción de la cicatriz, la aceptación. 

En cualquier caso, cada persona tiene un proceso, con un tiempo de recuperación muy personal. Lo importante es dejar que la cicatriz cure, e intentar no rascar demasiado, porque podría volver a sangrar. En el próximo post, ofreceré una serie de claves para que la herida sane de la mejor forma posible (puedes hacer click aquí para entrar directamente)







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